Si ve un gordo, pare la oreja

La motivación de decirle a otro que está gordo un misterio para mí.

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  1. Isabel C.
     
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    En este periódico, apareció el día 28 la siguiente opinión, me ha llamado la atención y os lo pongo, ya no se puede ver clicando en el enlace, si a través del caché de google, cuanto menos es una voz mas.
    Sitio web (borran al cabo de los días los artículos)
    A través del caché de Google.
    http://209.85.229.132/search?q=cache:8SdDb...s&ct=clnk&gl=es

    Si ve un gordo, pare la oreja
    angela alvarez vélez
    Este fin de semana le pasó a una amiga lo que nos ha pasado a todos los que hemos comido de más alguna vez: alguien la saludó con un desalentador “Oye, ¡cómo estás de gorda!”. Sobra decir que mi amiga no quedó tremendamente agradecida, pero al parecer no sobra advertir a la gente que siente el impulso de emitir estas frases que A NADIE LE GUSTA QUE LE DIGAN QUE ESTÁ GORDO.

    Lo que motiva a un humano a decirle a otro que está gordo es un misterio para mí. Me imagino que las personas que dicen esas cosas esperan como respuesta algo como “¿En serio? ¿Estoy gorda? Oye, siquiera me encontré contigo porque llevo varios meses preocupadísima pensando que algo andaba muy mal, que había algo en el agua que hacía que toda, toda mi ropa se encogiera, que todos los espejos del mundo se habían distorsionado de manera sincronizada y que, por alguna razón inexplicable, la fuerza de la gravedad se ejercía con mayor presión sobre mí haciendo que las lecturas de todas las básculas del mundo erraran. GRACIAS por darme una explicación racional. ¡Sin ti estaría perdida! Deberían darte una medalla” pero, ¿hay algún reporte, algún registro de un solo incidente en la interacción humana en que algo así haya sucedido? No creo. Hasta el momento, lo más decente que me ha salido a mí cuando alguien me dice que estoy como gorda es “Sí, y vos estás como imprudente” y eso que fue sólo porque mi mamá estaba al lado y la señora era amiga de ella y si le decía algo mi mamá me pellizcaba como sólo las madres saben pellizcar.
    Pero dejemos a un lado los pellizcos y las madres (cosas, ambas, que evidentemente faltaron en la crianza de la señora esa) y concentrémonos en esta población que padece hipo-prudencia. Estas pobres almas descarriadas me preocupan porque, verán, ellos no se han dado cuenta de lo peligroso que es andar por ahí diciéndole a la gente que está gorda. Sólo tengo dos palabras para ellos: Anna Martin.

    Anna es una mártir de la causa XL, una mujer de Glasgow que conoció a un joven, Nicholas Dott, en abril del año pasado en una discoteca. Hubo algo de coqueteo y ciertas propuestas fueron y vinieron y ambos terminaron en un motel cercano. Hasta ahí, todo bien, pero resulta que a Dott le pareció simpatico decirle a Martin que era una gorda. Ella perdió los estribos y él perdió la oreja (de un mordisco). Una corte sentenció a la mujer a dos años de libertad condicional y ella sentenció a todos los hombres a tener más cuidado con la lengua.
    Traigo a colación el incidente para que todas las personas que sientan que están en el deber moral de ser los monitores de la gordura de la humanidad lo piensen dos veces antes de compartir sus observaciones con los demás. Al fin y al cabo, los gordos y los hipo-prudentes tenemos algo en común: ambos problemas se resuelven cerrando la boca. Arranquen ustedes primero y nosotros los alcanzamos.


     
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22 replies since 30/6/2009, 10:05   287 views
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